El éxito se origina en la disciplina.
Parta de los siguientes principios para que no transfiera la responsabilidad de sus fracasos a terceros. Y analice lo que advierte Yokoi Kenji, un colombo-japonés, que se ha dedicado a estudiar la cultura nuestra y la forma de administrar los negocios.
-El éxito está en la disciplina, no en la disponibilidad de recursos.
-No basta con la creatividad, que de por sí es una gran riqueza, ni en la inteligencia. Hay que ponerle orden a las cosas.
-La prosperidad no es gratuita. Se gana con el esfuerzo diario, la constancia y el empeño.
-El subdesarrollo está en la mente. No es culpa de nadie más. De hecho mucha gente ha sobresalido de la nada.
-Las grandes empresas no florecen de la noche a la mañana. Se necesitan años para consolidarlas. Hay que reinvertir utilidades y pensar en disfrutarlas en el largo plazo.
Japón no tiene oro, petróleo, café, ni flores. Es más: es una isla sin recursos naturales habitada por 130 millones de personas. Ellos tampoco inventaron los carros, pero tienen las mayores factorías de vehículos del mundo. Es decir, no son tan inteligentes como se cree.
Entonces ¿en dónde radica su poderío económico? En la disciplina, afirma Yokoi Kenji, un joven que lleva sangre de ambos países y que con sus comparaciones demuestra que este país de paisas y costeños, de pastusos y santandereanos es tan rico que bien podría ser una potencia.
Kenji, lo tiene todo. Ha viajado por el mundo entero, vivió sus primeros once años en la tierra del Sol Naciente, pero reside en Ciudad Bolívar, una inmensa selva de cemento bogotana cargada de necesidades y considerada una de las localidades más inseguras y peligrosas de la ciudad.
El secreto del éxito –dice- es la disciplina, no la inteligencia. Un japonés jamás llega tarde a una cita. Cuando en Tokio o cualquier ciudad se estrellan dos carros, sus conductores se disculpan mutuamente y el conflicto es que los dos quieren pagar el seguro de accidente. Si alguien se gana la lotería se esconde porque considera que la fortuna le llegó sin el esfuerzo del trabajo. Nadie monta una empresa para enriquecerse a los dos años siguientes, sino que reinvierte las utilidades y la considera madura a los 20 años.
Ahí radica el poder japonés. Es esa mentalidad la que ha hecho grande a una Nación que tiembla todos los días y que carece de recursos naturales.
Kenji, quien dictó una conferencia en el Colegio Tilatá sobre “cómo entender a los jóvenes” y la importancia de la disciplina, sostiene que Colombia es un país rico, demasiado rico, no solo por sus recursos sino por su gente.
“El colombiano, dice, es inteligente, ingenioso, creativo y capaz de adaptarse a cualquier situación. A donde llega, gusta y aprende el formato del país”. Es también cariño, tanto que no tiene problema para abrazar a su vecino en diciembre. “Es amable”, dice, y señala que en Japón no se ve eso con tanta devoción.
¿Pero qué pasa? Le falta orden y disciplina. Nada más que eso, porque le sobra talento y está lleno de héroes. Unos héroes como aquellas mujeres capaces de sostener una familia de seis hijos, y generosos que alimentan ancianos y se levantan en medio de las peores tragedias.
Con algo de disciplina, el país estaría en otro grupo de naciones: las consideradas ricas. Pero muchas personas aplican la ley del menor esfuerzo, pretenden triunfar sin el menor sacrificio y se escudan en pretextos para transferir las responsabilidades de sus fracasos o de sus logros frágiles.
“Yo no creo en la pobreza de Colombia, creo que hay mentalidad de pobreza que es diferente, afirma Kenji, quien propone cambiar de paradigmas y valorar la importancia del la disciplina, el orden y el rigor.
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